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04.08.2014 17:56
Según san Roberto Belarmino, podemos deducir de las Sagradas Escrituras cinco principales oficios que Dios confió a los Santos Ángeles:

El primer oficio

El primero de ellos es el más importante de todos, y puede parecer confirmar la teoría que arriba condenamos. Sin emba
rgo, nosotros hombres, tantas veces llevados por la agitación y el corre-corre de la vida moderna, no sabemos dar el debido valor a Dios, y por eso menospreciamos el culto que le debemos.

Lejos de ser un acto de aquello que se acostumbra erróneamente llamar de "beaterío", el culto que los ángeles prestan a su Creador es como un fuego cuya más pequeña chispa sería suficiente para abrasar el universo.

Nos es difícil comprender esa sublime realidad, pero imagine, querido lector, que usted fuese llamado a cantar un himno de alabanza al Papa. ¿Consideraréis eso un acto de "beaterío", o una honra suprema? Así, comprendemos en cuanta estima Dios tiene esa función, a la cual destinó no los menores, sino los ángeles más sublimes.

Oiga a Isaías: "Vi al Señor sentado sobre un alto y elevado trono, y las franjas de su vestido llenaban el Templo. Los Serafines estaban por encima del trono; cada uno de ellos tenía seis alas; con dos cubrían su rostro, y con dos cubrían los pies, y con dos volaban. Y llamaban uno al otro, y decían: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de 
los ejércitos toda la tierra está llena de su gloria". (Is. 6, 1-3)


"Tú los veis velar la cara y los pies, lo que es señal de gran respeto, como si no osasen fijar la mirada en el rostro de Dios, ni mostrarles los pies. Tu los veis volar continuamente mientras cantan lo que demuestra su gran amor a Dios y el deseo de aproximarse cada vez más a Él". [1]

Vemos que para agradar al "Señor de los ejércitos" son necesarias esas dos virtudes: el amor y la veneración.

A través del cántico, los ángeles manifiestan su caridad; velando respetuosamente la cara y los pies demuestran respeto, temor y veneración.

"De cuánta veneración Dios es digno, si los supremos Príncipes del Cielo, que siempre lo asisten y siempre ven su cara, ni por la tan grande elevación de su grado, ni por tan larga convivencia con Él, osan jamás negligenciar el temor y la veneración que le deben, mientras cantan sus alabanzas”.

"¿Qué responderás tú, polvo y ceniza, cuando en el día del Juicio, fueres acusado de somnolencia, y de distracción en una acción tan divina, a la que no eras digno de ser llamado?

Aprende por lo menos para el futuro instruido por tan insigne ejemplo, a incitarte, a cantar a tu Dios los debidos himnos de alabanzas, con temor y tremor, con atención y vigilancia, con amor y deseo". [2]


[1] San Roberto Belarmino, Elevación de la mente a Dios por los grados de las cosas creadas, Noveno grado, Capítulo VI
[2] Idem.