La Templanza

La Templanza: Virtud de la Belleza del Alma

Mesura y moderación

«Sigamos el ejemplo del cochero. Si éste guía un carro con potros que no armonizan bien entre sí, entonces no acelerará al rápido con el látigo, ni frenará al lento con las riendas, ni permitirá que el rebelde o difícil corra a su antojo, dejándose llevar por sus propios impulsos, sino que enderezará a uno, refrenará al otro, hostigará al otro con el látigo hasta que consiga armonizar a todos en una carrera conjuntada.

De igual manera nuestra razón, que tiene en las manos las riendas del cuerpo». La virtud de la templanza «corta el exceso por un lado y otro, procura añadir a lo que falta y evita inutilizar el cuerpo por un extremo u otro: ni haciendo a la carne indomable o irrefrenable por una condescendencia excesiva, ni convirtiéndola, por una excesiva penitencia, en enfermiza, débil o inútil para el servicio que debe cumplir. El último objetivo de la continencia no consiste en mortificar el cuerpo, sino en facilitar los servicios del espíritu»   (Gregorio de Nisa, La virginidad, cap. 22

                                                                                                                                                                                                  sigue leyendo...